El
día está increíblemente frío. Me levanto simplemente porque ya no
puedo estar más en la cama. Me dejo puesto el pijama y me pongo unas
pantuflas de colores. Un atuendo nada sexy pero muy abrigador. Me
dirijo al armario y saco de un cajón en el que guardo la ropa que
uso muy poco un abrigo tejido de estambre en color gris.
Con
este clima me apetece tomar algo caliente, así que preparo un té en
la amplia cocina. Es martes y la señora que me ayuda con la limpieza
no vendrá hoy. Yo la llamo señora Lucy. Es una persona muy sencilla
y muy respetable. También es muy discreta y ésa
la razón principal por la que la contraté. Me gusta que las
personas que trabajen para mí
sean honestas y que no se inmiscuyan en mi vida privada y la Señora
Lucy es mucho más que eso. Me gusta mucho como cocina y he de decir
que en ese aspecto, como en muchos otros, soy muy estricta.
Lamentablemente son pocas las veces que como en casa y mis
oportunidades de probar su comida se ven limitadas. La conozco desde
hace tres años, pero hace sólo dos que trabaja para mí. Es una
mujer madura y regordeta. En realidad la conozco muy poco. No sé
de ella casi nada.