De
espaldas a él, puedo ver mi propia cara reflejada en el espejo. Mis
ojos claros se clavan en la imagen frente a mí y me cuesta trabajo
creer que es mi rostro el que veo. Mi cabello largo y ondulado, tan
oscuro como la noche que nos envuelve, cae sobre mis pechos desnudos,
escondiéndolos de la vista. De pie como estoy, puedo ver todo mi
cuerpo: mi cintura estrecha, mis piernas largas, mis pies delgados;
que a mí siempre me han parecido grandes pero que embonan perfecto
con el resto de mi cuerpo.
Me
quedo mirándome largo tiempo, como buscando algo que faltara en el
retrato que estoy viendo. Y realmente hay algo que falta pues por más
que la miro, lo único que veo en la imagen frente a mí, es una
mujer vacía carente de ilusión y sentimientos.